Gabriel      García Márquez
(Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014)
Publicada en 1967, Cien años de soledad relata el origen, la evolución y la ruina de Macondo, una aldea imaginaria que había hecho su aparición en las tres novelas cortas que su autor había publicado con anterioridad. Estructurada como una saga familiar, la historia de la estirpe de los Buendía se extiende por más de cien años, y cuenta con seis generaciones para hacerlo....
La crónica de los Buendía, que acumula una gran cantidad de episodios fantásticos, divertidos y violentos, y la de Macondo, desde su fundación hasta su fin, representan el ciclo completo de una cultura y un mundo. El clima de violencia en el que se desarrollan sus personajes es el que marca la soledad que los caracteriza, provocada más por las condiciones de vida que por las angustias existenciales del individuo.
Cien años de soledad
(1967)
[I]
(Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014)
Publicada en 1967, Cien años de soledad relata el origen, la evolución y la ruina de Macondo, una aldea imaginaria que había hecho su aparición en las tres novelas cortas que su autor había publicado con anterioridad. Estructurada como una saga familiar, la historia de la estirpe de los Buendía se extiende por más de cien años, y cuenta con seis generaciones para hacerlo....
La crónica de los Buendía, que acumula una gran cantidad de episodios fantásticos, divertidos y violentos, y la de Macondo, desde su fundación hasta su fin, representan el ciclo completo de una cultura y un mundo. El clima de violencia en el que se desarrollan sus personajes es el que marca la soledad que los caracteriza, provocada más por las condiciones de vida que por las angustias existenciales del individuo.
Cien años de soledad
(1967)
[I]
         Muchos años después, frente al      pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar      aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo      era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a      la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho      de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo      era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para      mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el      mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca      de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer      los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de      barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de      Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él      mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia.      Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo      se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes      se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los      clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos      perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había      buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros      mágicos de Melquíades. "Las cosas tienen vida propia —pregonaba      el gitano con áspero acento—, todo es cuestión de despertarles el      ánima."


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