miércoles, 16 de octubre de 2013

Los grupos o frases: el GN y el GV


Análisis de GRUPOS

Dentro de la oración, las palabras se organizan en grupos sintácticos o frases.

grupo = frase

 

Estos son los diferentes grupos que podemos encontrar dentro de la oración:

Grupo nominal

Grupo preposicional

Grupo adjetival

Grupo adverbial

Grupo verbal

 

Los nombres de los grupos hacen referencia al tipo de palabra en torno a la cual se organizan o articulan, es decir, la categoría gramatical de su núcleo; todos, excepto el grupo preposicional, cuyo nombre hace mención a la preposición que introduce el grupo que funciona como su núcleo.

 

Grupo Núcleo

nominal → nombre

adjetival → adjetivo

adverbial → adverbial

verbal → verbo

preposicional → prep. + grupo

 

No existe un grupo propio del determinante, cuya función es la de acompañar al nombre y formará parte, por tanto, del grupo nominal. Tampoco del pronombre, que sustituye al nombre y, por consiguiente, funcionará, también como éste, como núcleo del grupo nominal.

 

Grupo nominal (GN)

El núcleo del grupo nominal es el nombre o sustantivo. No obstante, el pronombre, como ya hemos indicado, también puede desempeñar esta función e incluso una palabra sustantivada.

 

El núcleo del grupo nominal puede ir acompañado de un actualizador o determinante, normalmente antepuesto, y uno (o varios) complementos del nombre, que por lo general aparece detrás o pospuesto. Sin embargo, esta estructura no es estática y puede variar (por ejemplo, puede aparecer un determinante posesivo detrás, o un grupo adjetival delante). La función de complemento del nombre la pueden desempeñar los siguientes grupos: grupo adjetival, grupo preposicional o grupo nominal en aposición (incluso ciertos adverbios). También puede complementar al sustantivo toda una oración subordinada.

 

determinante + núcleo + complemento del nombre (CN)

 

No olvides que el sujeto de una oración es siempre un GN (pero no al contrario, es decir, un GN no tiene por qué realizar siempre la función de sujeto, sino que puede desempeñar otras: complemento del nombre en aposición, complemento directo, atributo, complemento predicativo y complemento circunstancial).

 

Grupo verbal (GVP)

El grupo verbal predicado recibe el nombre de predicado. El núcleo del grupo verbal predicado es el verbo. Según el tipo de verbo se distinguen dos tipos de predicado: si el verbo es copulativo (ser, estar o parecer) el predicado es nominal, si el verbo es predicativo (es decir, no copulativo) el predicado es verbal. El grupo verbal predicado de una frase será, por exclusión, todo lo que no sea sujeto.

 

El verbo puede ir acompañado de diferentes grupos sintácticos (grupo nominal, grupo adjetival, grupo preposicional, grupo adverbial), que funcionan como complementos y que concretan su significado (complemento directo, indirecto, atributo, predicativo, de régimen (o suplemento) y circunstancial).

 

Funciones del GV: Predicado

 

 

*** Luego estudiaremos a fondo, los demás grupos***

 

Fuente:

domingo, 13 de octubre de 2013

Los modos verbales: el subjuntivo


Los modos verbales                     Preparado por  Irma N. Villanueva-Rivera, maestra
 
1.     Indicativo. Suele contraponerse a la de modo subjuntivo. El modo se considera independientemente de tiempo verbal. Según la gramática, los verbos en modo indicativo denotan seguridad; se usan para afirmar algo: el cielo está nublado o María se casó con el peor enemigo.
 
2.     Subjuntivo. Suelen responder a otro verbo -conjugado en modo indicativo- que indica mandato, consejo, duda, falta de certeza, permiso, posibilidad, deseo o petición: quiero que me vengas a ver mañana (Deseo). Voy a dejar que visites a tu novia en París (Permiso). Dudo que sepas la verdad (Duda). Es poco probable que la oposición venza en las próximas elecciones (Falta de certeza). Recomiendo que no vea usted esa película sin antes leer la novela (Consejo). Deje ese dinero allí (Mandato). En el último caso se ve que no hay un verbo conjugado en modo indicativo, como sí sucede en los demás ejemplos. El subjuntivo también puede emplearse independientemente de otros verbos, como en estos casos: Ojalá saquemos la lotería… Quizá nos hable desde Barcelona… No debiéramos abrir el sobre…
 
3.     Imperativo. Se emplea para mandar o dar órdenes: Búsquenme una salida… Haz tu mejor esfuerzo… Dilo claramente… Sólo existe en la segunda persona (tú, usted, vosotros, ustedes).
 

Modo subjuntivo

 

 
El subjuntivo es el modo que expresa la subjetividad del hablante o del sujeto de la comunicación en el enunciado.
 
Los tiempos verbales de subjuntivo no hacen una referencia exacta al tiempo real. Su significado temporal depende por lo general de las palabras que acompañan a sus formas en la oración.
 
Se emplean fundamentalmente para expresar acciones que se consideran irreales, posibles o deseables.
 
                                hable                           coma                         escriba
haya cantado                            hablara                     hablase                    
                              comiera                       comiese                     
                                                escribiera                                   escribiese




Como regla general, cuando el hablante piensa la acción verbal como una acción posible, deseable o incierta, o como una orden negativa, usa el modo subjuntivo.
Ejemplos generales


Quizás estudie inglés el próximo año.
Tal vez tenga que ir en avión para alcanzar a llegar.
¡Que tengas muchos hijos!
¡Que lo pases bien!
¿Tú crees que me comprenda?
Es absurdo que lo vendas por ese precio.


Es importante que terminemos a tiempo nuestro trabajo.
Es lógico que estudie, esa es su responsabilidad.
Yo quiero que me traigas algún regalo de tu viaje a Europa.
No creo que llegue esta semana.
Te presto el libro para que estudies.
 
Ven antes de que termine.
Díselo apenas lo hagas.
Le escribiré después que lo termine.
Lo dejaré aunque se mate de la risa.
A pesar de que no tenga tiempo, yo sé que ella estudiará.
Puedes hacerlo como tú desees.
Hazlo de modo que nadie lo sepa.


 


Se utiliza subjuntivo detrás de expresiones de:


deseo


Quiero que..., Ojalá que...


 
sugestión


Ella sugiere que...


 
mandato


El manda que...


 
invitación


Te invito que...


 
petición


Te pido que...


 
insistencia


Insisto que...


 
consejo


Te aconsejo que...


 
exigencia


Exijo que…
 prohibición


El guardia impide que...


 

EJERCICIO

Llena los espacios conjugando los verbos entre paréntesis en presente de subjuntivo.

1.     No creo que usted (tener) _______________ grandes problemas.

2.     No nos sorprende que tú no (pagar) ______________ la cuenta.

3.     No considero necesario usted (tener) ______________que venir mañana.

4.     Ellas tienen miedo que nosotros no (volver) _______________a tiempo para salir a comer juntos.

5.     Los amigos de mi primo siempre le fallan. Yo le recomiendo que (buscar) _________________ nuevos amigos.

6.     No estoy segura de que el dirigente (decir)______________ la verdad sobre los problemas políticos en su país.

7.     No me gusta que mis amigos me (fallar)_________________.

8.     No puede ser que nadie (querer) ___________ ir conmigo a comprar.

9.     Mi madre haya imposible que yo (obtener) ____________ buenas notas.

10.  No dudo que nuestra tía (comprar) una bicicleta para mi hermano.

11.  ¿No te molesta que tu hermano menor (leer) tus libros?

12.  Espero que mis amigos (organizar) _______________ una buena fiesta de cumpleaños.

13.  No quiero que mi papá (fumar) ________________ en la sala porque no me gusta el olor a tabaco.

14.  Quiero que mi mejor amiga (ser) ________________confiable y honesta.

15.  No me gusta que mi hermano (escuchar) _______________ música en mi cuarto.

16.  Me molesta que mi jefe no (saber) __________________ escuchar.

17.  Me parece fantástico que el jefe (promover) ________________ un ambiente diferente en la oficina.

18.  No es necesario que los funcionarios (tomar) ____________ riesgos en el trabajo.

          


                                                                 http://aprenderespanholesfacil.wordpress.com/2008/07/05/usos-del-presente-subjuntivo-y-ejercicios/

lunes, 23 de septiembre de 2013

Ruido y retroalimentación

Ruido El ruido es la perturbación que sufre la señal en el proceso comunicativo, se puede dar a cualquiera de sus elementos, son las distorsiones del sonido en la conversación, o la distorsión de la imagen de la televisión, la alteración de la escritura en un viaje, la afonía del hablante, la sordera del oyente, la ortografía defectuosa, la distracción del receptor, el alumno que no atiende aunque este en silencio...
Retroalimentación La retroalimentación es la condición necesaria para la interactividad del proceso comunicativo. Esta se logra si el mensaje es captado por el receptor emitiendo una respuesta. Logrando la interacción entre el emisor y receptor. Puede ser positiva (cuando fomenta la comunicación) o negativa (cuando se busca cambiar el tema o terminar la comunicación)

 
 
 
Si alguno de estos elementos falla, se dice que se ha producido una interferencia y no podrá establecerse la comunicación. La interferencia o ruido hace que el receptor no pueda recibir el mensaje enviado. Son ejemplos de interferencia la letra ilegible en el lenguaje escrito y el ruido o la falta de atención en la comunicación oral.
Todo acto de comunicación no estará completo si no existe una realimentación, o sea que el receptor debe enviar al emisor una señal indicando que ha recibido en forma correcta el mensaje y lo ha entendido





Recurso:
http://www.salonhogar.net/Sagrado_contenido/El_codigo.htm

lunes, 16 de septiembre de 2013

Cuento "LA ABEJA HARAGANA" (texto completo)

LA ABEJA HARAGANA(Cuentos de la selva, 1918)

de Horacio Quiroga(1879-1937)

 

Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.

Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.

Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo pelado porque han perdido todos los pelos al rozar contra la puerta de la colmena.

Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:

-Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.

La abejita contestó:

-Yo ando todo el día volando, y me canso mucho.

-No es cuestión de que te canses mucho -respondieron-, sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos.

Y diciendo así la dejaron pasar.

Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas que estaban de guardia le dijeron:

-Hay que trabajar, hermana.

Y ella respondió en seguida:

-¡Uno de estos días lo voy a hacer!

-No es cuestión de que lo hagas uno de estos días -le respondieron-, sino mañana mismo. Acuérdate de esto. Y la dejaron pasar.

Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada, la abejita exclamó:

-¡Sí, sí, hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!

-No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido -le respondieron-, sino de que trabajes. Hoy es diecinueve de abril. Pues bien: trata de que mañana veinte, hayas traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.

Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar.

Pero el veinte de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.

La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito que estaría allá adentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guardia se lo impidieron.

-¡No se entra! -le dijeron fríamente.

-¡Yo quiero entrar! -clamó la abejita-. Esta es mi colmena.

-Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras- le contestaron las otras-. No hay entrada para las haraganas.

-¡Mañana sin falta voy a trabajar! -insistió la abejita.

-No hay mañana para las que no trabajan- respondieron las abejas, que saben mucha filosofía.

Y diciendo esto la empujaron afuera.

La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más.

Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.

-¡Ay, mi Dios! -clamó la desamparada-. Va a llover, y me voy a morir de frío. Y tentó entrar en la colmena.

Pero de nuevo le cerraron el paso.

-¡Perdón! -gimió la abeja-. ¡Déjenme entrar!

-Ya es tarde -le respondieron.

-¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!

-Es más tarde aún.

-¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío!

-Imposible.

-¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron:

-No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete.

Y la echaron.

Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastró hasta que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.

Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.

En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacia tiempo, y que la culebra había elegido de guarida.

Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por eso la abejita, al encontrarse ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos:

-¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz.

Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le dijo: -¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas.

-Es cierto -murmuró la abeja-. No trabajo, y yo tengo la culpa.

-Siendo así -agregó la culebra, burlona-, voy a quitar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer, abeja.

La abeja, temblando, exclamó entonces: -¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia.

-¡Ah, ah! -exclamó la culebra, enroscándose ligero -. ¿Tú crees que los hombres que les quitan la miel a ustedes son más justos, grandísima tonta?

-No, no es por eso que nos quitan la miel -respondió la abeja.

-¿Y por qué, entonces?

-Porque son más inteligentes.

Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a reír, exclamando:

-¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer, apróntate.

Y se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó:

-Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.

-¿Yo menos inteligente que tú, mocosa? -se rió la culebra.

-Así es -afirmó la abeja.

-Pues bien -dijo la culebra-, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que haga la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como.

-¿Y si gano yo? -preguntó la abejita.

-Si ganas tú -repuso su enemiga-, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. ¿Te conviene?

-Aceptado -contestó la abeja.

La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:

Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra.

Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.

-Esto es lo que voy a hacer -dijo la culebra-. ¡Fíjate bien, atención!

Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco.

La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado dormido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo:

-Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.

-Entonces, te como -exclamó la culebra.

-¡Un momento! Yo no puedo hacer eso: pero hago una cosa que nadie hace.

-¿Qué es eso?

-Desaparecer.

-¿Cómo? -exclamó la culebra, dando un salto de sorpresa-. ¿Desaparecer sin salir de aquí?

-Sin salir de aquí.

-¿Y sin esconderte en la tierra?

-Sin esconderme en la tierra.

-Pues bien, ¡hazlo! Y si no lo haces, te como en seguida - dijo la culebra.

El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos.

La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así:

-Ahora me toca a mí, señora culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando diga "tres", búsqueme por todas partes, ¡ya no estaré más!

Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente: "uno..., dos..., tres", y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido.

La culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era simplemente extraordinaria. ¿Qué se había hecho?, ¿dónde estaba?

No había modo de hallarla.

-¡Bueno! -exclamó por fin-. Me doy por vencida. ¿Dónde estás?

Una voz que apenas se oía -la voz de la abejita- salió del medio de la cueva.

-¿No me vas a hacer nada? -dijo la voz-. ¿Puedo contar con tu juramento?

-Sí -respondió la culebra-. Te lo juro. ¿Dónde estás?

-Aquí -respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja cerrada de la plantita.

¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común también aquí en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto.

La inteligencia de la culebra no había alcanzado nunca a darse cuenta de este fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de él para salvar su vida.

La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla.

Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas contra la pared más alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro.

Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscuridad más completa. De cuando en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y ésta creía entonces llegado el término de su vida.

Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.

Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida.

Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban:

-No es nuestra inteligencia, sino nuestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez de mi inteligencia, y fue para salvar mi vida. No habría necesitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como todas. Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella noche. Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos -la felicidad de todos- es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.

Fin.